Rosa Huertas parte de las discusiones con su madre para reconstruir la que fue su vida, escritos que teje con la visión que de lo leído tiene la madre. Mujeres que leían son historias de las mujeres de su familia, de muchas que vivieron la posguerra, y que guardaron un botín en su interior: una voz, un don, las ganas de crear que en muchos casos escondieron dentro de sus casas y de sus corazones.
¿Dónde estaban y qué anhelaban las mujeres? ¿Cuáles eran sus sueños? ¿Cuáles eran mis sueños?
Un homenaje necesario a ellas, mujeres con sueños, que querían (y quieren) leer, escribir o cantar. Hacer algo que las aparte del trabajo doméstico y del espacio privado para saltar a lo público. Mujeres que leían y recopilaban anécdotas, pequeñas historias que se convertían en la Historia. A través de esos fragmentos, la autora busca que los recuerdos de su madre, que se encuentra en la etapa final de su vida, se salven y no se pierdan. La idea de la literatura como mecanismo de inmortalidad y de proliferación.
Esta obra se podía haber titulado igualmente mujeres que cantaban, mujeres que pintaban, mujeres que tocaban el piano o mujeres que bailaban. Todas ellas, las mujeres que nos precedieron, tenían inquietudes, soñaban con ser algo más que aquello que el destino les había marcado. Las mujeres tienen sueños y deseos de avanzar, pero tienen una carrera de obstáculos con este corsé patriarcal que se lo impide.
En definitiva, argumentos de las mujeres y sus vidas, la lucha para visibilizar las renuncias que tuvieron que llevar a cabo para someterse al papel que los hombres tenían para ellas: casarse, tener hijos y cuidar de la familia. Así no podíamos ir a ningún sitio.