“Volar es duro. Pero pasa lo que alguien me comentó una vez: ‘Cuando aterrizas, tienes que esperar a que tu alma te alcance'”, Tracey Emin.
Quien más o quien menos conoce algo de la vida-obra de Tracey Emin. Y dirá algún despistado que nos lea: “ni idea”. Puede ser, pero con la fama que acuña esta señora de las artes contemporáneas británicas -la segunda en popularidad tras el fuckmeiamsuperfamous Damien Hirst- aunque sea alguna de sus obras hemos visto, incluso sin saber que fuera de su autoría. Por ejemplo, la que se expone ahora en la muestra “Punk. Sus rastros en el arte contemporáneo” en el MACBA, en la que se la ve abierta de piernas y acercándose al sexo monedas y billetes, cual prostituta tras vender su obra. Entre sus creaciones más populares, por ejemplo, My bed, de 1998, en la que la artista presenta su cama con restos de detritus -restos de la vida como condones, sangre, paquetes de tabaco, polaroids, alguna botella vacía de vodka-. Y ¿qué decir de los neones? Mensajes en un tono directo, coloquial y a veces hasta ciertamente infantil en algún punto, romántico. Aunque este no sea el caso:
Así es, un arte de la vida, al estilo Kaprow con punto muy atormentado mediante. Nos adentramos en el libro, que es lo que nos interesa además de este mapa previo de situación. Nos encontramos con una obra autobiográfica escrita hace diez años realmente dura, pero narrada como lo que es, la vida de la artista, lo más “normal” del mundo para ella. Su crudeza nos hace dejarla en algún punto. La retomamos con curiosidad, Emin hace un recorrido por violaciones, abusos y otras lindezas de la vida de la niña de origen turco que fue. La frágil joven de diecinueve años “era nihilista, anoréxica y débil”, según sus palabras, por aguantar determinados machaques psicológicos que se repetirían durante su vida. Abusos, embarazos no deseados, abortos que quiebran cuerpo, estructura, querencia por el alcohol, por la autodestrucción desde una edad temprana, por la vida al límite de la vida y narrada como lo que es: arte. Hay quien duda de la veracidad de los hechos que narra o la acusa de provocarlos para ir recabando material -nos parecen juicios de valor conectados con el orden heteropatriarcal imperante y sus tentáculos culpabilizadores de lo femenino-. Su vida es el business y el business cada experiencia acumulada: pero ¿qué es performance -género que también cultiva-, sino realidad, vida corriendo tras la vida? La experiencia, la culpa y tu mismo talón de Aquiles haciéndote convertirte en una estrella mediática: plantarte colocada de medicamentos por una lesión y borracha ante un programa de máxima audiencia de TV y decir que echas de menos a tu madre. Así la conoció el gran público, ella te cuenta cómo fue en Strangeland y te anima con cada letra de este libro editado por Alpha Decay a hacer frente a tu pasado, de cara, sea lo duro que fuere. Experiencia trasladada al lienzo, al objeto que utilizamos a diario, al tubo titilante de luz: crea o muere.