Toca el piano, by James Rhodes

James Rhodes, pianista, artista transgresor y un luchador que ha renacido más de una vez de sus cenizas. Nos conquistó a través de Instrumental, el best seller mundial que contaba su intensa biografía, una vida marcada por un hecho que ya desde muy pequeño será la fuente de todos sus males. Pero mucho ha llovido desde entonces, y después de pasar su propia versión de la Odisea intentando superar una a una los obstáculos hacia la felicidad y la plenitud, ha conseguido llegar a lo más alto, siendo considerado uno de los nombres imprescindibles en música. Por todo esto, James Rhodes es inspiración: ya no tan solo por su historia personal, sino porque ha demostrado ser un artista completo, autodidacta y con una capacidad increíble para procesar nuevos conocimientos. Por eso, ahora vuelve a nuestras vidas en forma de libro con Toca el Piano, editado en España por Blackie Books. Aquí no vamos a encontrar revelaciones escabrosas ni confesiones crudas y sinceras. En sus páginas hay una sola promesa: la de que en seis semanas tocaremos el Preludio nº 1 en Do Mayor de nada más y nada menos que Johann Sebastian Bach. Tan solo necesitamos dos manos (esa es fácil), dedicarle 45 minutos al día al piano (vale, se puede intentar), echarle voluntad (de eso nos sobra) y dedicarle cuerpo y mente al piano apagando por un momento el mundanal ruido de la rutina cosmopolita (eso va a estar más complicado). Si conseguimos alinear nuestros planetas particulares y sentarnos ante el piano totalmente abiertos al aprendizaje, estas páginas serán como un bálsamo. De forma sencilla, directa y totalmente amena, el autor nos introduce a su mundo, al de las teclas, las notas, los arpegios, las corcheas, las escalas y los tempos. Parece complicado, pero funciona: llevo dedicando 45 minutos al día al asunto (vale, día sí, día no) y he visto una clara evolución. Las notas empiezan a cobrar sentido, y eso que mi única interacción con los instrumentos se reduce a tocar la melodía de la banda sonora de Titanic con la flauta dulce. No sé si James Rhodes será capaz de hacer el milagro y de convertir el ruido en armonías celestiales (un adjetivo un tanto azucarado tratándose de una composición de Bach) pero si algo ha demostrado es que, con constancia, todo es posible.

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