¿Quién eres y a qué te dedicas?
Soy Virginia de la Calle. Una apasionada de hacer visible lo invisible a través de la fotografía, la escritura y el dibujo, aunque mi amor por el arte se despertó, o más bien nunca llegó a dormirse, con el teatro. Expresarme a través de la creatividad para mí es una mezcla entre la sorpresa del juego y la profundidad del autoconocimiento, por ello me maravilla compartir y estimular, también, a otras personas con talleres, experiencias y proyectos sociales.
¿Cuál es la idea de tus portadas?
Mis portadas están hechas de agua de mar, como nosotros. A veces bravías, a veces en calma. Me inspira mucho el mar para comprender la impermanencia, el cambio, el movimiento emocional que es tan natural en nuestro interior como en sus oleajes. Al fusionarlo con retratos de personas o consigo mismo, con la técnica de doble exposición, quiero transmitir de un modo visual que, bajo ese vaivén que nos habita por dentro y que en ocasiones parece que nos desborda, también habita una serenidad que siempre sonríe. Una especie de felicidad silenciosa que susurra muy bajito la palabra paz como lo hace el sonido del mar. Estoy segura que la has escuchado muchas veces.
¿Cómo ha sido tu proceso creativo en el último año?
En el último año, a nivel fotográfico, le he dado más continuidad a proyectos de intercambio de carretes con otras personas experimentando más y más con la doble exposición desde la fotografía analógica. Me resulta muy interesante el hecho de compartir mirada, en el mismo trozo de película, y ver como se mezclan nuestras fotografías creando nuevas realidades colectivas que son mágicas. Esta línea de trabajo quiero seguir desarrollándola, más allá del puro azar, creando proyectos con una línea más conceptual.
Por otro lado, he seguido escribiendo y dibujando desde un lugar impulsivo e intuitivo al que me gusta llamar “abrazar la incertidumbre” porque mis procesos creativos parten mucho del no saber, del fluir, de la impro. Y en esa exploración voy perdiéndome y encontrándome como en la propia vida, aprendiendo siempre mucho de mí misma y del mundo a través de la creatividad.
¿Cuáles son tus influencias?
Creo que mi mayor influencia es la propia naturaleza. Observar sus ciclos, sus ritmos, sus silencios. La noche y el día, el agua y el viento, el vencejo y el roble. Pero, por supuesto, también hay muchos artistas que me inspiran. El modo de componer en el espacio teatral de Peter Brook. La danza de Marta Graham. La fusión de arte y naturaleza de César Manrique. También la de Andy Goldsworthy. La poesía de Gloria Fuertes, Vicente Huidobro y la de Lorca, además de sus otras artes. La mirada de Emmanuel Lubezki, Alex Webb y Vivian Maier. Las composiciones de Sílvia Pérez Cruz. Las historias de Julio Cortázar. La pintura de Paul Klee. Los cómics de Astérix y Obélix. El rock de los ’80. Camarón de la Isla. Los movimientos vanguardistas de principios del S. XX. Mi abuela María y su alegría. Y podría seguir y seguir y seguir…
¿Tu lugar favorito de Barcelona?
El barrio gótico al amanecer.
Un libro que te haya marcado mucho.
El barón rampante de Italo Calvino. Lo leí en la adolescencia ingresada en un hospital y pasé esos días subida a las ramas de los árboles con Cosimo, su protagonista. Una lectura inolvidable que siempre recomiendo. La imaginación de Calvino es brillante.
¿Cuáles son tus proyectos de futuro?
Uno de los proyectos que más me ilusiona es recorrerme el mundo simbólicamente dentro de un carrete. Justo en estos días mi mirada va a viajar a Uruguay y a Argentina para intercambiar carretes con compañeros de allí. Y en algunos de esos carretes se encuentra parte de un proyecto que estoy armando con Yuliano Basulto en el que estamos explorando la mezcla de la palabra con la fotografía mediante la doble exposición compartida, a modo de un cadáver exquisito poético y visual.
Aparte, tengo entre manos darle forma a alguna serie de fotografías y concretar con ellas publicaciones y exposiciones que, posiblemente, se fusionen con la escritura. Y, también, algunos libros de cuentos que están en proceso junto a otros proyectos relacionados con el dibujo y la parte más social e interactiva.
Y, por supuesto, seguir desarrollando talleres con un enfoque lúdico y de desarrollo personal desde lo artístico para expandir lo máximo posible esa palabra que el mar susurra y el arte silba: paz. Y que tan bien nos viene para arroparnos.
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