Piensa en el sitio más chungo que se te ocurra para visitar en estos días del año que tienen este toque tan tenebroso. ¿Ya? Hmmm… No sé en qué has pensado tú, pero yo te propongo que te des una vuelta por un escondido rincón de Barcelona en el que, años atrás, los jóvenes alumnos de medicina se reunían para observar la disección de los cadáveres y clavaban sus ojos en los órganos al descubierto de aquellos que habían pasado a mejor vida. A diferencia de lo que tengas en mente, no se trata de la típica sala de autopsias, fría y minimalista, como las que podamos tener ahora, sino que se parece más a un teatro barroco, con pesados cortinajes rojos (que servían para ocultar a los visitantes ocasionales a las autopsias), sillas de madera tallada y gradas de piedra, coronado por una preciosa cúpula de la que cuelga una suntuosa lámpara de araña. Eran otros tiempos y, hasta la pila que preside el centro de la sala (por la que chorreaba la sangre que derramaban los cadáveres), impresiona por su belleza, un tanto siniestra, eso sí. El antiguo anfiteatro anatómico, tesoro desconocido para muchos locales, se encuentra en el número 47 de la calle del Carme (más céntrico imposible), forma parte de la Real Academia de Medicina de Catalunya (lo que entre los siglos XVIII y XIX fuera el Colegio de Cirugía de Barcelona) y se puede visitar todos los miércoles. Sin duda, una de las joyas más misteriosas del patrimonio barcelonés y una maravilla que vale la pena contemplar de cerca.
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