Por algún extraño motivo la cerveza nunca ha recibido por estas tierras el trato de favor que se dispensa, por ejemplo al vino o al cava. Para muchos la cerveza solo es un sorbo bien fresquito en el chiringuito de la playa o esa maldita perdición que convierte tu barriga en un flotador blandengue. Pero los amantes del lúpulo y la cebada están de enhorabuena porque la cervecería restaurante Biercab, en l’Eixample, pretende asociar la cerveza con la comida de calidad, lejos del fast food o los frutos secos. La joya de la corona son los 30 magníficos surtidores de cerveza joven de barril procedentes de todo el mundo y seleccionadas por el sumiller Manolo Santana, un cazador de cervezas que renueva los surtidores con más de 200 referencias que van desde el 5% hasta el 40% de alcohol. Al novato el precio de la pinta o medio pinta le parecerá excesivo, pero beber cerveza artesanal “recién exprimida” es un placer apreciable ya en el primer sorbo. Muchos dirán que no parece cerveza cuando es a la inversa, quizás hemos bebido demasiadas “no cervezas” en nuestra vida. Déjate aconsejar por el buen saber de sus camareros, que te guiarán por el fabuloso mundo de las cervezas afrutadas, tostadas, negras, dulzonas, suaves o fuertes. Paraísos espumosos que requieren una comida a la altura de la mano del chef Sergio Ruiz (procedente de la Enoteca del Hotel Arts) i del responsable de cocina Ronald (viene del famoso Tanta de Madrid) que le da un sorprendente toque peruano a varios platos. Más que recomendable el tartar de Wagyu con sorbete de Naparbier, las patatas bravas, el anticucho de pulpo a la brasa y el ceviche. De postre sorprende el petit suisse de cerveza de cereza. Afila tu paladar, bebe un trago, deja que tu cerebro se diluya y disfruta como es de recibo de las bondades del oro líquido.