Bitte

El Bitte es ese sitio por el que pasas por delante y haces… “¡Uy! ¿y esto qué es?” Paseas vagamente tus ojos medio abiertos por la ventana que da a la calle, examinas sus cremosas tartas caseras, a la camarera dedicándote una sonrisa (porque te ha pillado), corriges tu rumbo y merodeas frente la entrada para ver el interior y las puertas, que tienen ese maldito sensor que siempre falla menos cuando no lo necesitas, hace que se abran y ya que estás, te quedas mirando y lo confirmas: “pues tendré que pasarme por aquí”. Así hice yo al menos. Descubrí que Bitte es un lugar tranquilo, bonito, agradable. Un café donde comer tartas caseras (de verdad) acompañadas de un té en una taza grande a lo Central Perk. Creo que la sensación de confort que a una le invade al pisar el Bitte es gracias a una tenue luz que proviene de unas estanterías estilo nórdico llenas de bonitas plantas. En fin, el Bitte representa una bocanada de aire fresco que sin duda el barrio necesitaba. Y no lo digo porque sí; fue entrar, coger mesa y no paró de entrar gente a llevarse sus trozos de tarta a casa o aposentar “codo en barra”. Porque el Bitte gusta. Además -y ya que siempre termino mis artículos con un plus-, el Bitte ofrece talleres de comida artesanal,o mejor dicho, de deliciosas bombas calóricas como brownies y pop-cakes para que alegres cuerpo y alma. Que sí, que será la era del vermut, pero nuestras papilas gustativas no van a dejarnos abandonar la fiebre del cupcake tan facilmente.