Si hay un sitio en esta ciudad que destila glamour, sin duda es un bar que se esconde en una callejuela oscura al lado de la Plaza Real, con sofás cómodos y espaciosos, luces bajas, decoración minimalista cuidadísima y, claro, las fusiones de soul, funk y bossa a cargo de sus DJs (o las noches como los martes de flamenco en vivo o los miércoles con jazz) que te hacen bailar quieras o no. Sí, hablamos del Café Royale, que reabre renovado pero con el espíritu intacto (y es que no todo son malas noticias en la escena nocturna barcelonesa). De entrada puede parecer el típico bar con pretensiones de elegancia lleno de guiris y, aunque sí que se llena mucho y, para qué negarlo, abundan los extranjeros, sería ridículo reducirlo a eso. De hecho, es sencillamente uno de los mejores lugares para tomar las primeras copas por el centro. Celebramos su vuelta, y que pasado el baño ahora haya un bar de tapas./ Marta Bausells