No podría concebir una visita a Barcelona sin pasear por el barrio de Gracia. El más bohemio. Salvaguarda lo tradicional conservando el toque justo de modernidad. Me encanta probar de todo, pero siempre que apetece algo local o llevar a amigos que vienen de visita a la ciudad se agradecen lugares auténticos. Aquí es más fácil toparse con locales de cocina tradicional catalana.
Recientemente abrió sus puertas Cal Trapella, otro gran descubrimiento. Un restaurante que respira Gracia por los cuatro costados. Con todos los ingredientes para poder decir: soc de Gràcia. Idan y Pau se conocen desde el colegio. Alex (el chef), amigo de Pau, desde los doce años. Los tres socios comparten pasiones, por lo que decidieron juntarse para realizar la mayor de sus travesuras. ¡Pero ojo! Por muy traviesos que sean, que el local lleve ese nombre y cuente con un graffiti con “palabrejas” graciosas relacionadas con la gastronomía, lo que queda claro tras visitarles es que ante todo son profesionales. Divertidos y audaces, pero se toman muy en serio dar el mejor servicio al que visite su nuevo hogar.
Respetando los platillos catalanes, con un enfoque moderno, apostando por la cocina de mercado y de proximidad. Encontramos con una carta que nos hace sentir a gusto. Sin excentricidades y bien clara. Fuimos a cenar y nos decantamos por los clásicos. Y es que si no sabes hacer unas buenas croquetas… deja los inventos para más adelante. ¡Digo yo!
Para picar probamos las croquetas de pollo asado, de setas y de espinacas con queso de cabra, también los pimientos escalibados con queso y butifarra negra con manzana. El toque maestro del chef algo tendrá que ver con la abuela. ¡Patatas bravas! Por favor, sus bravas al punto cuentan con un ingrediente secreto que ha sido imposible desvelar. Eso sí, a mi me supieron a las bravas de toda la vida, con un toque personal que tendréis que descubrir por vuestra cuenta.
De los platos de la tierra nos inclinamos por el atún fresco a la plancha. ¿Y qué deciros? Fresquísimo. ¿Qué más se puede pedir? Que le acompañen verduritas salteadas de temporada, en soja y germinados de cebolla. Cuentan también con albóndigas, calamar all i oli negro o bacallà a la llauna… Cuesta elegir, así que habrá que volver.
Pero no nos iremos sin haber probado su cuajada de turrón de Xixona. Auténtica como ellos.
Queda destacar la acogida de Claudia, una joven camarera que te atiende como si llegases a su masía. Tanto por su cercanía como por la decoración del lugar. Con lámparas de mimbre que iluminan la sala, unas esterillas de cáñamo que decoran las paredes y un huerto natural, de especias, en el patio interior. Un restaurante que, estoy segura, ya no podrá faltar en Gracia.