En la vida, uno tiene que asumir sus errores y saber ponerle remedio. Hasta la semana pasada, nunca había comido en Els Pescadors, el decano de los restaurantes de pescado y marisco de la ciudad. Fallo mío. Primera vez que me sentaba a comer en una de las placitas con más encanto de Poblenou, donde el tiempo parece haberse detenido en los años 80. Nunca antes Marc Maulini había empujado su carrito de pescado hasta la mesa para cantarme los especiales del día. Primera vez que tomaba como entrante la flor de calabacín rellena de ortiguilla de mar, unas gambas a la plancha insuperables, mejillones de quitarse el sombrero o la única concesión a un plato de tierra, un sublime huevo pochado con butifarra y setas de temporada. De segundo, seguimos con los pescados enteros de lonja mimados con recetas marineras. Platos con la humildad de un guiso de barca de pescadores, pero con el lujo del mejor producto que puedas sacar del Mediterráneo.
Puede que la cuenta supere fácilmente los 60 euros por cabeza, pero Els Pescadors tampoco es el sitio al que vas a ir una vez al mes, sino al que vuelves cuando te mereces un buen homenaje. No haber comido nunca antes en Els Pescadors es un error mío en toda regla, lo sé, pero esto es lo que me fascina de mi ciudad. Cuando crees que ya lo has visto todo, Barcelona se guarda un derechazo en forma de rincón por descubrir con el que noquearte.