Ha quedado claro la importancia que tiene nuestra gastronomía. Tanto es así que bares y restaurantes piden ser declarados Patrimonio de la Humanidad debido al papel que juegan en nuestra sociedad. Creo que vale la pena empezar por destacar restaurantes que han marcado una época y que hoy nos siguen sorprendiendo. ¿Qué tal si empezamos por destacar una tortillería que marcó toda una década?
Hoy os traemos el Flash Flash, cuyos artífices fueron 4 amigos (¡me encantan estas historias de amigos que se juntan y crean!) Alfonso Milá, Cecilia Santo Domingo, Leopoldo Pomés y Karin Leiz decidieron cumplir su sueño de inaugurar un restaurante diferente a lo que se podía encontrar en los años 70. Querían construir un lugar luminoso, confortable y donde tener una buena conversación. Los arquitectos Alfonso Milá y Federico Correa se encargaron del interiorismo. Karin Leiz y Cecilia Santo Domingo elaboraron la carta.
Así nació la tortillería más famosa de la época. Un lugar emblemático que destaca por un diseño en blanco y negro, con toques rojos, junto a las fotografías de Leopoldo Pomés que creó la icónica imagen del local con Karin plasmada en todas sus paredes. Transgresor para aquel momento y a día de hoy, igual de cautivador. Por ello y desde entonces, profesionales del diseño y de la arquitectura se siguen fijando, nos cuentan.
Pero por mucho que un diseño nos siga sorprendiendo, lo que realmente hace volver es su propuesta gastronómica. Tanto es así que en esta última ocasión fui a por un pedido para llevar. Este concepto minimalista, relajado y original también lo trasladan al packaging.
De sus ensaladas destacaría la de habitas y alcachofa con queso parmesano, aguacate y calabacín, vinagreta de limón. Me pareció una propuesta estupenda para estos días de calor. Fresquísima, al igual que la sopa fría de aguacate con lima y menta. No os perdáis tampoco sus croquetas de pollo, jamón ibérico, parmesano, trufa y ceps o bacalao. Y, cómo no, la estrella del local: la tortilla. Probé la de berenjena y queso, que estaba justo en su punto. Y para caprichos, un rabo de buey deshuesado a la plancha con mango caramelizado.
Dicen que siempre tenemos que dejar espacio para el postre, pero las cantidades del Flash Flash son bastante generosas. Aunque compartí los platos, dejé la tarta de zanahoria para la tarde. De textura esponjosa y con el toque justo de canela, ¡una delicia!
Ya sabéis: a disfrutar de este clásico de la ciudad, tanto in situ como para llevar a casa.