A Beatrice Casella se la ve orgullosa de su trabajo, cómoda en las distancias cortas con los clientes, observando de reojo cómo disfrutan al otro lado de la barra. El nuevo Glug Bar se desmarca del resto de aperturas de bares de vinos naturales por su sólida propuesta de platillos para compartir. Curtidos en algunos de los fogones más exigentes de la ciudad, Beatrice (ex-Hisop) e Iván García (ex-Direkte Boqueria) unen fuerzas detrás de la imponente barra del Glug para ofrecer una carta breve y trabajada, con platos de altura a precios accesibles.
Nuestra cena empezó con la croqueta de macarrones (en algunos platos sale a relucir la influencia italiana de Beatrice), las adictivas gambitas fritas con salsa brava, y la anchoa con mantequilla de oveja. Seguimos con el soberbio conejo escabechado, los trofie con salmón, higos y ajoblanco, y un muy recomendable curry verde con acelgas y trufa de verano, todo un éxito escondido en la carta. La estocada final llegó con el calamar con rebozuelos y piñones. Solamente por este plato ya vale la pena la reserva en el Glug.
Buena selección musical a un volumen presente (¡bien!), interiorismo nórdico acogedor, y vistas a la cocina abierta, hacen del par de horas que pasas en el Glug todo una experiencia reconfortante. La carta de vinos es tan extensa como interesante, y llama la atención los tiradores de vino a copas incrustados en la pared. A pesar de llevar un par de meses abiertos, empieza a costar encontrar reserva en Glug Bar. Ve pronto antes de que sea imposible disfrutar de una de las barras más contemporáneas de la ciudad.