Vermut i a la Gàbia

Si aún crees que salir a tomar algo por Sants es sinónimo de bares de chinos y lomoquesos infames… es que no conoces Vermut i a la Gàbia. Se trata de una -sí, lo has adivinado- vermutería ubicada en la mítica Plaça d’Osca, al lado del popular restaurante La Mestressa, un hecho que de casual tiene poco, pues ambos locales comparten dueño. Y de tal palo tal astilla, amigos, porque el buen ambiente y el cuidado en los detalles de La Mestressa se ve, si cabe, ampliado en el nuevo local. ¿Cómo decirlo? El sitio tiene alma. Y eso no es poca cosa en esta Barcelona de paloselfies y foodtrucks de postín. Sí, la decoración persigue un rollito vintage evidente, pero es que lo hace bien, sin chirriar, fluyendo. Tras la barra -presidida por un escaparate de charcutería cargado de tesoros vermuteros- encontraréis a Pep, ex de La Vermu de Gràcia, un tipo que sabe cómo servir un aperitivo en condiciones. Si no tenéis muy claro qué pedir, id a tiro seguro: un par de vasos de vermú casero y un combinado de la casa, esto es: una completa selección de conservas, olivas y patatas murcianas. Y cuando decimos completa, queremos decir completa. Digamos que con eso hacéis el cupo de “aperitivo” con creces. Pero si a lo que venís es a cenar, tranquilos: aquí hay para todos. Caña al tártar de salmón con guacamole y a la esqueixada de bacalao. ¿Más? Embutidos artesanos de todo tipo y de “calité”, con pa de vidre amb tomàquet, por supuesto. Y esas croquetitas, que no falten. Para bajarlo todo, no dudéis en pedir su recientísimo invento: el mojito de vermú. Una maravilla que debería extenderse.

Y… bueno, ¿qué más queréis? Os podéis dar por bien cenados, y por un precio más que razonable. Además, os habrán tratado bien. En una de sus paredes reza: “em fa feliç que en aquesta casa em serveixin amb un somriure”. Es el testimonio de un cliente, y no mentía: el equipo es simpático hasta decir basta. Así que, ¿qué? Pues que estamos ante un lugar de peregrinación obligatoria para todo amante del vermut, un nuevo clásico de ese barrio del que sólo nos acordamos cuando hemos de coger un AVE, pero que tiene mucho más que ofrecer.

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