Durante mucho tiempo Barcelona ha sido territorio de dos pizzerías que se iban disputando el trono a la mejor masa de la ciudad: Can Pizza y Parking Pizza. Pese a algún momento de polémica, en el que Sartoria Panatieri o la Balmesina parecían coger impulso, las masas napolitanas de los decanos de la pizza “como-Dios-manda” y con pocos ingredientes muy gourmet, se han ido manteniendo en lo más alto. Ha tenido que venir alguien desde Madrid para poner algo de suspense en el rifi-rafe pizzero de la ciudad Condal. Hace apenas unos meses abría el primer Grosso Napoletano en una zona controvertida de la Diagonal, a pocos pasos del Parking Pizza original. Y hace unas semanas el segundo Grosso se atrevía con el Passeig de Sant Joan, abriendo su segundo local de la ciudad en una calle venerada por los fanáticos de la pizza, por su Parking del número 56. Una carta corta de apenas doce pizzas y algunos entrantes italianos de muy buena factura (por favor, no dejes escapar el vitello tonnato) han convertido al Grosso en todo un acontecimiento. El horno de leña de roble y la masa fermentada durante 48h le dan al Grosso un plus de romanticismo que no se puede despreciar. Y a pesar de que sus locales están pensados hasta el más mínimo detalle, no llegan a los extremos de calidez del Parking ni del Can Pizza. Pero eso sí, Grosso consigue avivar una competencia que siempre es buena para mantener los reflejos en forma.
A falta de probar el nuevísimo Trafalgar Pizza Club, nos quedamos con la buena noticia de que cada vez se pone más fácil pegar un mordisco a una muy buena pizza en esta ciudad. Al final con las pizzas pasa un poco como con el fútbol, cada uno tiene su squadra favorita. La cuestión es que Barcelona se vaya llenando cada vez más de pizzerías de alto voltaje.