Bar Bocata

A estas alturas de 2024 a nadie se le escapa que la tendencia gastronómica que va a arrasar este año es la combinación de chefs jóvenes, vino natural y cap-i-pota. Nuevos restaurantes como el Bar Bocata bordan este revival de la cocina catalana, con ganas de ofrecer algo nuevo revisitando la tradición.

El Bocata se llena de clientela interesante atraída por el interiorismo disruptivo (tradicional pero con notas de Santa&Cole, no te pierdas la sala roja del fondo), su informalidad bien entendida, pero sobre todo por una cocina que saca a buen ritmo unos platos que cumplen de sobras con las expectativas. En una primera visita nos lanzamos a por los garbanzos con morcilla y sepionetas, las alcachofas con salsa bearnesa, una monumental tortilla de patatas (muy crudita por dentro, como Dios las manda), ensaladilla rusa canónica, y un profundo cap-i-pota. Pedimos tres raciones de pan para que no quedara nada en el plato. Nos quedaron ganas de volver, y al cabo de unos días regresamos a por unas gildas, la ternera, la escalivada y unos correctos fideos a la cazuela, disponibles como plato del día. Suficiente prospección para asegurar que la cocina del Bocata trabaja con una fiabilidad muy alta.

Murales de Marc Coderch mezclados con una barra de toda la vida crean un equilibrio entre modernidad y tradición, en el que se requiere mucho talento para mantenerse con éxito. Y al jóven equipo del Bocata parece que les sobra por todos lados. Ya sea sentado en la barra, en petit comité en alguna de las mesitas de la sala, o en el gran banco escondido en la sala roja del fondo, el Bocata es uno de esos lugares que pone de acuerdo a todo el mundo. La prueba es que con tan poco tiempo abierto, es imprescindible reservar para las cenas en una de las aperturas más destacadas de la temporada.